«Ya sé que Berlanga no es comunista. Es algo peor: un mal español», dicen que dijo Franco reflexionando sobre el affaire de El verdugo, la película que Berlanga escribió junto a Rafael Azcona y que tuvo una gran repercusión internacional, sobre todo por el tema que trataba —la pena de muerte— y por la situación política del país donde transcurría la acción, la España de la dictadura franquista.
El escritor y periodista Manuel Vicent —nacido en La Vilavella, en La Plana Baja— conoció aquella época de primera mano. Una época que ha servido de inspiración a muchas de sus obras y cuyo ambiente recrea magistralmente en la última de sus obras, Ava en la noche (2020). Obra en la que el director valenciano Luis García-Berlanga es uno de los tantos personajes que se cruzan en la vida del joven protagonista, David, trasunto del autor, que se instala en Madrid para convertirse, él también, en director de cine.
La primera vez que el protagonista coincide con Berlanga es en Benicàssim, durante el rodaje de Novio a la vista (1954). En una temeraria iniciativa, David recupera el famoso sombrero de paja del director que el viento había echado a volar y llevado hasta la playa. Después de recuperarlo, el protagonista «esperaba una frase redonda, digna de un director de cine, pero Berlanga se limitó a decir: — Con este ventarrón, lo de menos es el sombrero. Hay que procurar que no se te vuele la cabeza. Menuda cagada va a salir de todo esto».
Más adelante, ya en Madrid y durante el examen de ingreso a la Escuela Oficial de Cinematografía, el protagonista vuelve a coincidir con Berlanga —presidente del tribunal examinador— al que hace llegar una nota de recomendación escrita por Edgar Neville, con quien Berlanga colaboró en Novio a la vista y al que el protagonista conoció en el bar Chicote. En el segundo ejercicio del examen, el de redacción, el protagonista —según Manuel Vicent— «entregó como argumento el relato que escribió en el hotel Florida sobre el garrote que le dieron a la envenenadora de Valencia, con el ataque de epilepsia del director de la cárcel un momento antes de la ejecución, el auxilio que le prestó la condenada a muerte y el rumor que después se extendió por la ciudad de que el verdugo sin agallas para ejecutar la pena capital tuvo que ser asistido y animado por aquella mujer agarrotada».
Mucho se ha hablado del origen de la anécdota que sirvió de leitmotiv a la conocida película de Berlanga —seguramente su obra maestra—, que Manuel Vicent enlaza aquí con la historia que circulaba por Valencia sobre la accidentada ejecución de la pena capital a la llamada «envenedadora de Valencia». Un caso que tuvo mucha repercusión mediática y social en aquellos años oscuros.